Escúchala, escúchala, escúchala.
Era Gijón. Yo no estaba.
Ahora fue Madrid. Tu no estabas.
Y, sin embargo, sono tu voz. Sólo para mi.
Y entonces, al final, él decía: I wanna see you smile.
He sonreído, como tú querías.
Entre las filas y filas de gente que no ha sabido de tu belleza, que no conoce el paraíso de tu amor, he dejado que te marcharas.
Me has mirado de reojo. A tí tampoco te gustan las despedidas.
Escribo como una loca en mi Livre des Propietès des Choses.
Levanto la mirada, para echarte un último vistazo.
Eres muy bonita. Tanto, que el mundo todo se queda oscuro.
Cierro mi mirada.
Te siento dar saltitos entre los asientos, alejarte de mí.
Y entonces, suena Paradaise.
Ahora soy yo la que agita la mano.
Me han dicho que necesitaría años para llegar a este punto.
Han intentado extraerme la piedra de la locura.
Pero me he cogido en mis brazos y me he echado al mundo.
Estoy fieramente en las calles.
Creo que soy razonablemente feliz.
Y tremendamente libre después de mis decisiones.
Empiezo a llorar.
Inundo el palacio, no puedo parar.
Después de meses de desierto, al fin, he puedo llorar.
Te veo, ya estás convertida en Sirenita.
Nadas entre mis lágrimas.
Ya no tengo miedo.
Adios, niña de agua.
Te dejo ir a jugar al paraíso.
Fin del cuento .
Alguien me preguntó después que si me había gustado.
Cómo no. Han sido los mejores 3 años de mi vida a tu lado.
No se puede pedir estar más cerca del paraíso.