Cantando bajo la lluvia
Me mira desde mi propia cama y aulla como un perrito. Me dice: No me dejes solo. Y cierro la puerta, y mientras ando por el pasillo pienso que era yo quien quería decir: No te vayas, quédate conmigo. Tengo un silencio espeso. Y él, desde que le conozco, siempre me dice lo que yo no me atrevo a confesarle. Quiero que seas muy feliz, ahora que ya es tarde para decirte quédate a mi lado.
Has venido a mí como un niño en un cuenco de mimbre, traído por las aguas de Heráclito y con el mismo mecer del río te marchas.
No dejes que nadie te haga daño.
Ni siquiera yo.
Por aquí bien.
Estoy, simplemente, esperando tu silbido.
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