Renaciendo de entre las aguas
Ya no será el desconcierto, ni tu sonrisa tapándome el mundo nunca más. La mano que mecía el mimbre en que viniste a mí se ha rasgado los dedos de tanto apretar, de tanta espera y tanta docilidad. No te dejaré esconderte de mi detrás de mi misma, te pongo de cara al mundo rezando porque no desfallezcas, porque algún día vengas de nuevo en el mismo cesto y no tenga que separar las aguas para que no te lleven.
Y ahora pronuncias una lágrima sin fondo, espesa en su misma naturaleza y me destrozas por un momento, convencido de que aun podrás pedir perdón en mi regazo. Pero no será el desconcierto, nunca más, porque ahora soy el pan y no la derrota, porque ahora soy el tigre en vez de la herida del zarpazo. Ya no queda tiempo para el reclamo, mi amor lo desmeceré en mis propios brazos.
Pero si lloras, si vuelvo a verte en la caricia de la derrota, pero si lloras, mi amor, qué muerto está en pie. Cuándo podré decir semejanza, inocente, caricia al ahogo de tu llanto, caminar, mañana de domingo, desmecer. Qué espacio me dejas, qué recuerdo que no se destroce con tu dolor.
Estoy sangrando, pero aun soy hermosa. Es la hora de soltar el mimbre, permitir que el curso del agua desgrane sus designios.
Caminaré por la orilla acompañando su despedida.
Nunca más la derrota, el golpe del agua en el costado. Ahora duermo del lado del amor.
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