jueves, 8 de febrero de 2007

Lagata es un nombre de milonga


He vuelto a conquistar el terreno perdido a lo largo de estos años en que no he leído, cíclicamente y a la sombra de las pegatinas de asiento reservado by MetroMadrid, con las piernas temblando y el útero lleno de amor y coraje -que es como pienso que deben leerse las grandes historias, desde las gónadas- Malena es un nombre de tango. Y a medida que avanzaba mi lectura "Nadie podría exigir al niño oculto que yo deseaba ser lo que todos esperaban de mí por ser niña", me voy quitando el polvo-barrizal que mi supuesta falta de feminidad ha provocado y recordando a cada paso que soy una mujer y que ni estoy orgullosa ni dejo de estarlo, pero lo soy, al fin y al cabo, ni más ni menos que el resto de las mujeres de este mundo.
Y por mucho que se empeñen, de la misma forma que no siento la necesidad de demostrar que soy igual que un hombre, porque lo soy, tampoco tengo que demostrar que soy una mujer. Con dos cojones como balones de nivea, que dice mi Amor Platónico.
Pongo a SanBlog por testigo de que si alguna vez me siento obligada a ponerme tacones, leer el Cosmopolitan o hablar de lo tontos que son los hombres, para expresar mi adscrición al numeroso grupo de mujeres que se sienten al mismo tiempo modernas y femeninas sin que se las despeinen las cejas, me cambio de sexo. "Que me lo corten, que no lo merezco" imploraré ante ustedes.
Porque estoy harta de explicarme, harta de saber, confirmar que soy marciana, sentirme marciana, saber que engroso las filas del ejército de los maravillosos, que por pocos y políticamente correctos pierden de antemano las batallas y empiezan a luchar después de comenzado el combate. Estoy harta.
Y entonces mi Costillas me pregunta por qué siento que soy yo la rara, y no el resto, y replico que simplemente es una cuestión cuantitativa, porque ellas son más y yo una y trina, todo a la par. Pero en el fondo sé que estoy mintiendo, que soy cobarde, por la simple razón que mi sinrazón me dicta de que estoy harta de ser o parecer rara, que quiero ser normal, o, más bien, que el resto no piense que soy rara.
Y el Costillas, como un flamante caballero, que es lo que es, viene a mi rescate. Y me devuelve el orgullo de ser lo que soy, que lo tengo, no se crean.
Sí, soy así de normal, en general y mayormente, es lo que me sale de la polla y del jesús. A la par.
Y que se jodan las féminas.