jueves, 25 de marzo de 2004

Taormina

En Taorima, un viejo filósofo contempla ensimismado el mar desde el teatro. Sabe que la ciudad es sólo una punto de partida en el espacio y el tiempo, pero siempre el mismo, como las aguas que van y vienen en la Bahía de Mazzaró, con sus silenciosas grutas del destino. Camina tristemente dentro de ellas y sabe que la salida no será más las Naumaquias o el Odeon, sino el camino que lleva al castillo de Castellmola, en otro momento donde las mujeres gritan enfebrecidas al paso de los animales por el Antiquarium y tapan sus cabezas con velos que ocultan la calidez de los rostros. Es entonces un soldado sarraceno que desde su torre militar sonríe frente al recuerdo a los compañeros enterrados allá en la necrópolis, y añora la calidez de la lucha y el abrazo de la muerte que dejo atrás. Pero no, el reloj que resuena en toda las calles, en todos los jardines, en todas las fuentes, marca como un mazo el tiempo aquel en que Imán llamaba a la oración, y sus hábitos de duro fieltro le lastiman las rodillas. Descubre, entre los muros de la abadía, un misterioso secreto; calladamente lo escribe sobre un gran libro de oraciones; no volverá más este día oscuro en la catedral de san Nicoló, ni las noches en vela sobre el viejo manual de latín en el convento San Domenico. Porque ahora sus ropajes apenas le permiten el movimiento, y mientras refresca su nuca, bajo la empolvada peluca, en la Fuente de Plaza Duomo, piensa en todas las cosas que será, inevitablemente, una y otra vez: el soldado, el abate, el duque, el viajero anónimo que admira todas las épocas, todos los tiempos, en la ciudad de Taorima; se siente cansado y sabio, y no sabrá nunca, acaso, que no ha dejado de de ser un viejo filósofo que, sentado en un teatro, contempla la gran pantomima de la historia.

martes, 16 de marzo de 2004

Silencio

[Lagatazurda guarda una semana de silencio en señal de repulsa por lo sucedido... ]

jueves, 11 de marzo de 2004

Silencio

ASESINOS:
NI VENCIDOS NI CONVENCIDOS!