martes, 28 de febrero de 2006

Hertaina (parafraseando a Meinelieben)


Mi amor camina por las calles como los tigres, con una promesa lamiéndole el costado y sin un futuro aparente. Mis mentiras le dejan marcas en la piel.
Mientras acaricio y soy tocada, hundida y mezclada en las sábanas de mi cuarto, mi amor calienta un vaso de leche y carraspea en bata delante del lecho. Es hermoso, pero no lo sabe. Su arrojo reposa triunfante por encima de la belleza.
Mi amor busca en el metro el sabor salobre de la caricia despistada y reza por levantar la sonrisa de una doncella con botas de militar. Mi amor no sabe que existo, o si lo sabe, si acaso lo supiera, arrebata la importancia del hecho para posarla en las manos de cualquiera que llorará en la hora del reconocimiento mutuo. Mi amor es grande, es inmenso, sus miradas de gato estremecen el tiempo que nos queda, que perdemos en acariciar y ser acariciados por manos que no son las nuestras, que nunca serán las nuestras y las horas, los segundos que me faltan para que me arrebate la dulzura son sólo el tiempo de descuento que el mundo necesita para asumir tanto y tan poco.
Mi amor camina a mi lado y dulcemente cree haber salvado la distancia que existe entre el dolor y la necesidad. Los límites de mi herida coinciden exactamente con el tamaño de sus dientes.
Sé de mi amor más que de mí misma. ¿Y si estuviera muerta?
¿Y si estuviera secretamente muerta?

martes, 21 de febrero de 2006

El juguete (amago de cuento)


[Imagen: estación de Glacière, en París, en cuyos andenes fue escrito el cuento]
Señor Profesor, la vida fue una vez y no más. Y ahora sólo quedan las ciudades que mojadas asaltan los días y cierran las noches en una suerte de estúpida sentencia que aún no llego a comprender del todo bien. Por que no hay vida después de esto ni muerte ni nada que se le parezca. No me queda nada, ¿comprende usted?, no tengo nada en los armarios de mi conciencia, no tengo nada detrás de la puerta, no tengo nada en los domingos ni por las noches ni en la nevera ni en el cerebro ni en el parque ni en el corazón. Nada. El más absoluto y minúsculo ápice de historia sería como un premio de lotería para mí. No sé si lo entenderá, allá dónde quiera que esté. Dentro de veinte años me sentaré delante de mis sobrinos, o de los niños del vecino, y no tendré nada que decir. Porque este vacío me recorrerá la vida entera, el cuerpo mismo, y le golpeará cada vez que acaricie a uno de sus hijos o de sus nietos, porque este vacío que lleva su nombre es lo que más asusta, lo que me hace crecerme ante los demás, todo este vacío, Señor profesor. Porque la vida fue una vez y no más.

jueves, 9 de febrero de 2006

Lagata on the bridge


A mediodía, cruzando el puente, echando de menos los tiempos en que me rendía ante la evidencia entre las sábanas ajenas o propias, el deseo, la impaciencia, los labios hinchados, el adorable olor de los hombres, sus dientes dulces como el vino,
So messed up I want you here
In my room I want you here
Now we’re gonna be face-to-face
And I’ll lay right down in my favorite place
And now I wanna be your cat
Now I wanna be your cat
Now I wanna be your cat
Well c’mon
Now I’m ready to close my eyes
And now I’m ready to close my mind
And now I’m ready to feel your hand
And lose my heart on the burning sands
And now I wanna be your cat
And now I wenna be your cat
Now I wanna be your cat
Well c’mon

La vida, al fin la vida.
O reviven mis hormonas o las revivo a hostias.