martes, 28 de febrero de 2006

Hertaina (parafraseando a Meinelieben)


Mi amor camina por las calles como los tigres, con una promesa lamiéndole el costado y sin un futuro aparente. Mis mentiras le dejan marcas en la piel.
Mientras acaricio y soy tocada, hundida y mezclada en las sábanas de mi cuarto, mi amor calienta un vaso de leche y carraspea en bata delante del lecho. Es hermoso, pero no lo sabe. Su arrojo reposa triunfante por encima de la belleza.
Mi amor busca en el metro el sabor salobre de la caricia despistada y reza por levantar la sonrisa de una doncella con botas de militar. Mi amor no sabe que existo, o si lo sabe, si acaso lo supiera, arrebata la importancia del hecho para posarla en las manos de cualquiera que llorará en la hora del reconocimiento mutuo. Mi amor es grande, es inmenso, sus miradas de gato estremecen el tiempo que nos queda, que perdemos en acariciar y ser acariciados por manos que no son las nuestras, que nunca serán las nuestras y las horas, los segundos que me faltan para que me arrebate la dulzura son sólo el tiempo de descuento que el mundo necesita para asumir tanto y tan poco.
Mi amor camina a mi lado y dulcemente cree haber salvado la distancia que existe entre el dolor y la necesidad. Los límites de mi herida coinciden exactamente con el tamaño de sus dientes.
Sé de mi amor más que de mí misma. ¿Y si estuviera muerta?
¿Y si estuviera secretamente muerta?