martes, 21 de febrero de 2006

El juguete (amago de cuento)


[Imagen: estación de Glacière, en París, en cuyos andenes fue escrito el cuento]
Señor Profesor, la vida fue una vez y no más. Y ahora sólo quedan las ciudades que mojadas asaltan los días y cierran las noches en una suerte de estúpida sentencia que aún no llego a comprender del todo bien. Por que no hay vida después de esto ni muerte ni nada que se le parezca. No me queda nada, ¿comprende usted?, no tengo nada en los armarios de mi conciencia, no tengo nada detrás de la puerta, no tengo nada en los domingos ni por las noches ni en la nevera ni en el cerebro ni en el parque ni en el corazón. Nada. El más absoluto y minúsculo ápice de historia sería como un premio de lotería para mí. No sé si lo entenderá, allá dónde quiera que esté. Dentro de veinte años me sentaré delante de mis sobrinos, o de los niños del vecino, y no tendré nada que decir. Porque este vacío me recorrerá la vida entera, el cuerpo mismo, y le golpeará cada vez que acaricie a uno de sus hijos o de sus nietos, porque este vacío que lleva su nombre es lo que más asusta, lo que me hace crecerme ante los demás, todo este vacío, Señor profesor. Porque la vida fue una vez y no más.