viernes, 11 de febrero de 2005

Un ataque de jazmín

De pronto, esta mañana, me quedé en blanco. Simplemente tenía el billete en la mano, sólo había que meterlo en la ranura. Y durante tres minutos se me ha cortado la electricidad en el cerebro. No sabría explicarlo. Me deben de haber golpeado y gritado, no lo sé.
De pronto estaba en el mundo y he sabido que durante ese tiempo había estado en otra parte y acababa de volver. Quiero pensar que he estado contigo, y que por eso el golpe de calor ha sido tan fuerte. No sabría decir, he perdido completamente la conciencia.
Por un momento realmente no he pensado en nada. Una niebla blanca y espesa se ha apoderado de mí y siquiera he podido notarla.
Dime que eras tú, que he estado en el otro lado contigo y me has abrazado.
¿Dónde dormiré mi amor?
Lo intento cada puto minuto. De pie junto a los arriates de jazmines le pido piedad al mundo por la pérdida de las rosas. Desmezco la pena cada mañana, cuando el sol se convierte en rosario de otras 24 horas con este líquido espeso que me recorre el alma.Tiemblo de pies a cabeza cada vez que alguien adelanta su piel con la intención de acariciarme.
Dame una tregua. Ven de una vez a mis sueños.
Por favor, por favor, despertarme. Que alguien me lea la historia de este amor, que alguien convierta mi cuerpo en susurro, apenas caricia, que nadie me toque.
No estás, no estás, y cada día que pasa me arranco la piel a jirones para no pensar, para no darme cuenta, para evitar la consciencia.
Dame una tregua, Sirenita. Vuelve a casa. Despiértame.
Te quiero, te quiero. No me dejes sola con tanta crueldad, por favor.
¿No te das cuenta, Sirenita?
No sé qué va a ser de mi mundo sin tu caricia...