miércoles, 17 de agosto de 2005

El secreto de nuestros blogs


En fin, tras pasar algunos días con Chikenhead allá en la montaña, cual rancherita, de pronto he visto la luz.
Sólo hace falta echar una mirada a nuestro alrededor para darse cuenta de que uno no es el único tarado sin pareja. Es decir, que ese halo de fatalidad del que tenía a gala rodearme, consistente en una maldición pseudobíblica enunciada dulcemente por Buster como: "Tu eres una amante, nunca serás una novia" (he omitido LA PALABRA, porque la frase de dulce no tenía nada) es de una normalidad que asusta.
Vamos, que lo único que tenemos alrededor son parejas que se rompen o nunca llegan a ser tales.
Y todo esto, aderezado con las grandes y gordas verdades de Chikenhead, más tarde avaladas por Teresita y por las largas conversaciones con el último de mis ex-amantes, áquel que en la cama era un perrito, lo encontrarán en otros post. Según los hombres de mi vida, que no son pocos, quizás doy una imagen de persona extremadamente independiente que hace pensar que no quiero UNA RELACIÓN. Y por eso salen huyendo, los muy cobardes. Pero yo no tengo vergüenza alguna, lo digo sin acritud: estoy hastida de sexo.
Y yo toda la vida creyendo que no estaba lo suficientemente buena.
Y entonces Chikenhead, a la sazón el hombre más guapo que he visto en mi vida, se queja de que no moja y se echa encima el ser lo suficientemente entrañable como para que nadie le considere un sex-machine.
Pero qué mierda es esta.
Total, que no me extraña que a todo el mundo le dé por tener blogs últimamente.
Pero Chikenhead dice que con el suyo no liga nada porque le da palo ser tan poético y profundo como yo.
Por tanto, he decidido cambiar radicalmente durante un tiempo el contenido de mi web, y en vez de ser tan lánguida meter más coñita brava.
Estoy harta de los días tristes.
Hijos míos, bajo estos píxels respira una mujer.
Una mujer bajita, una gata parda, vaya.
A ver cuánto me dura.