miércoles, 16 de agosto de 2006

Tengo un trato


No la mirada sino la caricia, no la espera sino el transcurrir de los días, no el miedo sino el valor, el enfrentamiento, el zarpazo, la vida sin la pérdida de las rosas, las mañanas dulces como el vino, las noches sin recuerdo, desterrando los días perdidos por nada, por nadie, por ellos. Nunca más pensar, sólo decir, sólo decir; que mi dedo señale y allá donde acaben los límites de mi piel siga yo vagando, desnuda sin asfalto; dónde mi coraza se convierta en encaje y cautiva duerma del lado del valor, allá la niña que fui me crezca por dentro y me estalle en los ojos, reclamando este fuego como alimento. Esta piel es ahora el pan, nunca más la derrota.
¿Acaso puedo cerrar los ojos después de la batalla?