miércoles, 6 de septiembre de 2006

Nadando contracorriente


Él dice: lo he leído, me entraron ganas de llorar, no sé porqué, me entraron ganas de llorar.
Decía Marguerite que las mujeres nunca debían dejar que sus amantes leyeran sus textos. Nunca le incité a hacerlo, pero cualquiera puede entrar en esta falsa intimidad, esta exposición de vísceras. Y él entra y lo ve y me dice: me entraron ganas de llorar, no sé porqué.
Creo que uno debe dejar a los amantes, por encima de cualquier otra persona, aquello que escribe. Que debería haberle acunado con las palabras que he creado en su honor, echárselas encima como gestos de amor, dejarle que las despedace. ¿Para que sirve la poesía, si no?

Ay ondas que eu vin veer,
se me saberedes dizer
por que tarda meu amigo sen min.

Ay ondas que eu vin mirar,
se me saberedes contar
por que tarda meu amigo sen min.

Por encima de cualquier otra cosa, Cervatillo, está este mimbre que no se nos va a acabar nunca, el que agota las horas, los paseos, los teléfonos y no se cansa de existir.
No dejaré que te lleven las olas.