viernes, 15 de diciembre de 2006

Without words

Los recuerdos son a veces una suerte de traición hacía uno mismo, por muy dulces o almibarados que uno los quiera hacer. Tal día como hoy, hace dos años, "Lagata, aun stas a tiempo d tener tu camiseta d "las rennettes" ... si es que si, t cojo una pequeña? contestame... un beso..." y contesté y llamé y hablamos de mis entrevistas de trabajo, de la camiseta, del concierto. Me dijiste soy feliz, feliz, feliz, qué ganas tengo de verte, el sábado nos vamos, que salga bien tu cena de navidad, qué bonitas las luces del ikea, estaremos las dos en la primera fila gritando como locas. Gritando como locas que estábamos vivas. Ni siquiera me dijiste adiós. Hablamos el viernes, pero no, pero no porque fui estúpida, y no te llamé, y después no hubo tiempo. Y nunca más lo hubo y nunca te dije lo muchísimo que te quería, lo feliz que me hiciste durante esos años, la cantidad de sonrisas que te debía.
Tal día como hoy, hace dos años, hablé contigo por última vez. Y lo que creí un hasta luego fue un adiós en toda regla.
No vale la poesía para describir esto. No vale la poesía para nada, después de tí.
Ni siquiera tengo ganas de llorar. Ni de gritar.
Ayer el gato mordió los hilos de la camiseta que no pudiste entregarme. El mismo gato que pintaste durmiendo conmigo cuando siquiera existía la posibilidad.
Sólo yo aún estaba a tiempo. Y me pregunto que estúpida sentencia me ha dejado esta flecha de hielo en el corazón.
Pero hoy, dos años después, aun no he aprendido cómo se dice te quiero, con todas las letras, en la medida exacta de lo que siento y te echo de menos.
No sé. Duele. Sólo eso.