viernes, 5 de diciembre de 2003

Hoy, en el metro, se ha sentado junto a mí un chico que iba reproduciendo en voz alta todos los sonidos del tren: cuando arrancaba, el traqueteo... Y luego, cuando íbamos llegando, decía : Próxima parada, Guzman el Bueno, correspondencía con línea 7 (por ejemplo), imitando la voz que sale en los vagones.
Ese chico me ha regalado, con su locura, un agujero que conectaba Madrid y París, ciudad en la que viví hace un tiempo. Allí, hay una raza urbana aparte que los parisinos en su modus urbanitas llaman CLOCHARD (algo así como vagabundo). No son gente que haya nacido en la pobreza ni en la locura. Son gente normal (algunos incluso bastante adinerados y con una vida perfectamente montada), pero un día su mente cayó en un agujero, y al salir de él el mundo era distinto. Algunos tiraron las llaves de sus casas por las alcantarillas y se echaron a las calles. Las cloacas de París están llenas de llaves que abren las puertas de vidas que alguna vez han existido y pertenecido a alguien. Esa gente no está loca, simplemente de pronto no pudieron más, y ahora están al otro lado de las cosas. No sé si alguna vez os habeis sentido así, al otro lado de las cosas. Yo sí. Hace un tiempo me perdí en un agujero, y he tardado bastante en encontrar una salida. Y ahora que estoy medio fuera, el mundo nunca volverá a ser igual...
Por eso, hay que tomar las calles, salir al mundo.
Aunque esté lloviendo.