jueves, 24 de noviembre de 2005

Mirando al mar

Siguiendo con el tema de que vengo aquí a hablar de mi libro, coño, he recuperado una romántica anécdota de mis años estudiantiles, que transcurre en la playa de Somo, y posteriormente pasa a formar parte de las leyendas salmantinas cuyo encuadre podríamos adscribir a aquel mágico sitio llamado el Corrillo, donde Meinelieben y yo nos hacíamos pasar por poetas y dábamos recitales.
Durante algún tiempo, aunque no se lo crean, fui deseada y amada por una preciosa pasiega. Este hecho y ciertos comentarios de Meinelieben produjeron entre mis compañeros de facultad una creencia generalizada en mi destreza para la pastelería que no tiene nada de cierto, pero que sin embargo me dieron la oportunidad de reírme bien a gusto de aquel profesor de latín tan poeta y tan gay y comprobar lo superficiales que son los ambientes literarios.
El caso es que escribí una poesía bien mala, juzguen ustedes, sobre el mito de hemafrodita que recoge uno de los momentos más románticos que he tenido en mi vida -"pareces un muchacho" en un susurro mientras me besaban la espalda- y ni corta ni perezosa lo leí delante de toda la facultad.
Huelga decir que recibí las mejores críticas de toda mi labor poetil y que aquel profesor me contó muy emocionado lo valiente que había sido. La poesía es una mierda, pero sin duda la imagen de enfant terrible enamorada de una pasiega militante deslumbró a más de un intelectual.
Y hoy he encontrado aquella poesía, por casualidad, en uno de mis libros. Y como el blog es mío y me lo escribo cuando quiero, pues áquí la tienen, para que rían a gusto. Bendita Universidad...

SÁLMACIS
Entonces
cuando todavía esta tristeza no era más que un espectro
solíamos acariciarnos las manos por debajo de la arena
en la playa de Somo
fue antes de los aviones y de París
antes incluso de que doradas y desnudas
perdiéramos la juventud y las piscinas públicas
Tú,
hermosa Sálmacis vigilante,
acercaste los labios a mi espalda
y tu beso crujió con el romper de la ola

(algas como alas enrededadas en nuetros tobillos
auguraban un futuro más limpio en tus brazos)

inagurando todas las noches,
mi arena entre tus sábanas
"pareces un muchacho"
y entonces estabas tan lejos
que las yemas de mis dedos se rasgaban
con tu contacto

Sálmacis,
tú has sorteado el sacrilegio
has hecho de una ciudad mi casa
y de la playa de Somo el refugio
del ejercito de los que alojan en su mirada
una belleza más fuerte que nuestras palabras.